La paradoja de la pobreza de tiempo: por qué todavía nos sentimos apurados, incluso con suficientes horas

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La queja universal de no tener suficiente tiempo persiste a pesar de los esfuerzos por cuantificar y abordar la “pobreza de tiempo”: el sentimiento subjetivo de estar abrumado por las demandas. Si bien simplemente agregar horas al día parece una solución obvia, las investigaciones revelan que el problema tiene muchos más matices. La sensación de falta de tiempo tiene menos que ver con cuánto tiempo tenemos y más con cómo lo percibimos.

La naturaleza subjetiva de la presión del tiempo

Los enfoques tradicionales de la pobreza de tiempo se centran en aumentar las horas disponibles a través de políticas como horarios de trabajo regulados. Sin embargo, los estudios demuestran que la experiencia de la escasez de tiempo depende en gran medida de factores psicológicos. Las constantes interrupciones, las abrumadoras listas de tareas pendientes y la falta de control sobre el horario exacerban la sensación de estar apurado, incluso si las medidas objetivas muestran un tiempo libre adecuado.

Identificar un umbral de pobreza de tiempo

Los investigadores han intentado establecer una cantidad óptima de tiempo libre correlacionada con el bienestar. El análisis de conjuntos de datos que involucran a más de 35.000 estadounidenses sugiere que de dos a cinco horas de actividades de ocio diarias se correlacionan con los niveles más altos de satisfacción. Tanto la falta como el exceso de tiempo libre están relacionados con un menor bienestar, lo que indica un punto óptimo para el equilibrio.

El papel de la calidad y la intensidad del tiempo

La clave, sin embargo, no es sólo la cantidad, sino la calidad. Si el tiempo libre se dedica a pasatiempos significativos o a conexiones sociales, los efectos negativos del ocio excesivo desaparecen. Por el contrario, la alta presión del tiempo, la actividad acelerada y los horarios fragmentados están fuertemente relacionados con la sensación de falta de tiempo. La inmersión en actividades –experimentar “flujo”– se asocia con una mayor sensación de riqueza de tiempo.

Hallazgos globales y resultados contrarios a la intuición

Una investigación reciente en China, que analizó datos de una encuesta realizada a 100.000 personas, arrojó resultados sorprendentes. Más de la mitad de los encuestados que informaron escasez de tiempo en realidad tenían más de 1,8 horas de tiempo libre al día (el umbral establecido para la pobreza de tiempo), mientras que un tercio con menos informó no sentirse apurado. Esto sugiere que la percepción, no sólo la disponibilidad, es el factor determinante.

Soluciones individuales y sistémicas

Abordar la pobreza de tiempo requiere cambios tanto personales como sociales. Las personas pueden beneficiarse de las auditorías de actividades diarias para identificar hábitos que les hacen perder el tiempo y recuperar el control. Las soluciones sistémicas incluyen minimizar las interrupciones en el lugar de trabajo e incluso fomentar las siestas energéticas.

En última instancia, simplemente agregar horas al día no resolverá el problema. La experiencia subjetiva del tiempo –su calidad, intensidad y fragmentación– debe abordarse junto con la disponibilidad objetiva. Como subraya el investigador Xiaomin Sun: “Incluso si el día se ampliara una hora, si la calidad y la intensidad del uso del tiempo de las personas no cambian, el sentimiento subjetivo de pobreza de tiempo de las personas no mejoraría”.