La contaminación del aire, específicamente las partículas finas conocidas como PM2.5, puede estar causando más daño de lo que se pensaba anteriormente. Un creciente conjunto de investigaciones sugiere que la exposición crónica a este pequeño contaminante del aire podría aumentar significativamente el riesgo de desarrollar demencia y enfermedad de Alzheimer. Esta evidencia emergente agrega la calidad del aire a la lista de factores que influyen en la salud cognitiva a lo largo de la vida.
Dos estudios de Penn ofrecen pruebas convincentes
En el Centro de la Memoria de la Universidad de Pensilvania, los investigadores examinaron a dos personas que aceptaron donar sus cerebros para la investigación del Alzheimer. El hombre, que murió a los 83 años con demencia, había vivido cerca del tráfico intenso en la Interestatal 676 en Filadelfia. Una autopsia reveló extensas placas amiloides y ovillos de tau en todo su cerebro (signos clásicos de la enfermedad de Alzheimer) junto con evidencia de múltiples accidentes cerebrovasculares.
Su homóloga, una mujer que murió a los 84 años a causa de un cáncer cerebral, presentaba un sorprendente contraste. A pesar de su avanzada edad, mantuvo una cognición normal durante las pruebas anuales y mostró cambios cerebrales mínimos relacionados con el Alzheimer en la autopsia. Al vivir a sólo unos kilómetros de distancia, en un suburbio residencial rodeado de bosques, su exposición a las PM2,5 era sustancialmente menor que la de él.
Esta comparación resalta lo que los investigadores sospechan que puede ser un factor ambiental crítico en la salud cognitiva: la proximidad a las principales autopistas y corredores de tráfico parece elevar significativamente el riesgo de demencia.
Una década de investigación construye el caso
Los científicos llevan al menos diez años investigando el vínculo entre la contaminación del aire y la demencia. En 2020, la prestigiosa Comisión Lancet añadió la contaminación del aire a su lista de factores de riesgo de demencia modificables, junto con factores como la pérdida de audición, la diabetes y la presión arterial alta.
Estudios recientes han fortalecido esta conexión:
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La Universidad de Pensilvania realizó el mayor estudio de autopsias hasta la fecha, examinando más de 600 cerebros de personas con demencia. Los investigadores calcularon la exposición a PM2,5 basándose en las direcciones de los hogares y desarrollaron un sistema de puntuación para medir la gravedad del Alzheimer. Encontraron una correlación clara: una mayor exposición a PM2 (2,5 micrómetros) se asoció con una patología de Alzheimer más grave.
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Un importante estudio epidemiológico que analizó los registros de Medicare de 56 millones de beneficiarios encontró que las tasas de hospitalización por demencia con cuerpos de Lewy eran un 12% más altas en las áreas con la peor contaminación por PM2,5.
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En estudios de laboratorio, los ratones expuestos a PM2,5 mediante inhalación únicamente por la nariz desarrollaron síntomas claros similares a los de la demencia después de solo 10 meses, incluida la desorientación en entornos familiares y el deterioro del comportamiento organizado.
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Una revisión exhaustiva de 32 estudios en todos los continentes confirmó asociaciones significativas entre la exposición prolongada a PM2,5 y los diagnósticos de demencia.
El mecanismo: cómo afecta el PM2.5 al cerebro
Las partículas PM2,5, que son más pequeñas que un grano de arena, pueden ingresar fácilmente al torrente sanguíneo y viajar por todo el cuerpo. Las investigaciones sugieren que pueden llegar al cerebro a través de varias vías:
- Entrada directa a través del nervio olfatorio que conecta la cavidad nasal con el cerebro.
- Transporte a través del torrente sanguíneo a través de la barrera hematoencefálica.
Una vez en el cerebro, estas partículas pueden desencadenar inflamación y otros procesos que contribuyen a la neurodegeneración.
Implicaciones políticas
A pesar de décadas de progreso en la mejora de la calidad del aire, las políticas recientes de Estados Unidos amenazan con revertir esta tendencia. Las regulaciones ambientales que protegen la calidad del aire se han debilitado y la administración promueve una mayor extracción y uso de combustibles fósiles.
“Este es un momento crítico”, afirmó el Dr. John Balmes, un destacado investigador sobre los efectos de la contaminación del aire en la salud. “Las decisiones que se tomen hoy sobre política energética tendrán profundas implicaciones para la salud del cerebro de las generaciones venideras”.
La investigación subraya el coste significativo de la inacción: “La gente argumenta que las regulaciones sobre la calidad del aire son caras”, dijo el Dr. Edward Lee, investigador principal del estudio. “Pero los costos de la atención de la demencia ya son enormes y sólo aumentarán a medida que más personas desarrollen un deterioro cognitivo relacionado con la contaminación”.
Mientras los científicos continúan reconstruyendo el impacto total de la contaminación del aire en la salud cognitiva, la evidencia apunta a una conclusión ineludible: lo que respiramos puede moldear fundamentalmente lo que nos convertimos.
































