Una impactante imagen satelital revela el Volcán Poás en Costa Rica, mostrando un paisaje completamente alienígena ubicado dentro de las exuberantes selvas tropicales. Este espectáculo volcánico, capturado por Landsat 8 el 5 de marzo de 2025, ofrece una visión de un mundo que recuerda a Marte: un terreno de laderas áridas que alberga un tesoro secreto escondido: un “paraíso” para los extremófilos que prosperan en condiciones extremas.
El Volcán Poás no es una característica geológica ordinaria. Este estratovolcán, que se eleva a unos impresionantes 8,848 pies (2,697 metros) sobre el nivel del mar, se encuentra dentro del Parque Nacional Volcán Poás en la provincia de Alajuela en Costa Rica. Formada hace entre 1,5 millones y 700.000 años, se encuentra relativamente cerca de los bulliciosos suburbios de San José, una ciudad con una población cercana a los 1,5 millones, una yuxtaposición que hace que este paisaje marciano sea aún más cautivador para los turistas.
A pesar de su proximidad a la civilización, Poás sigue siendo un volcán activo, uno de los más activos de Centroamérica. Ha sido testigo de docenas de erupciones importantes en los últimos dos siglos, marcadas por estallidos más pequeños que arrojan vapor, humo, gases tóxicos y ocasionales nubes de ceniza. En particular, ha habido 13 fases eruptivas menores de este tipo desde 2005, según el Programa de Vulcanismo Global del Instituto Smithsonian.
Poás volvió a demostrar su carácter ardiente en 2025. A partir del 5 de enero y persistiendo durante la mayor parte del año, su actividad alcanzó su punto máximo a principios de mayo. Durante este pico, los niveles de dióxido de azufre afectaron temporalmente la calidad del aire en San José y la caída de cenizas dañó los cultivos cercanos. Si bien parece que la erupción ya ha disminuido, Poás sigue siendo una fuerza dinámica dentro del paisaje.
El cráter principal del volcán alberga la Laguna Caliente, un lago volcánico con un valor de pH promedio justo por encima de 0, similar al ácido de una batería. Este entorno intensamente ácido, que abarca aproximadamente 1,3 km (0,8 millas) de ancho, también alberga géiseres esporádicos.
Si bien esta acidez extrema hace que el cráter esté desprovisto de formas de vida más grandes, Laguna Caliente rebosa de un ecosistema notable en sus profundidades: una vibrante comunidad de bacterias extremófilas que pertenecen principalmente al género Acidiphilium. Estos microbios se alimentan de compuestos metálicos disueltos dentro de las aguas del lago, prosperando donde la mayoría de los organismos morirían.
Como señala acertadamente Rachel Harris, ecologista microbiana y geoquímica de la Universidad de Harvard: “Tenemos un sesgo muy centrado en el ser humano sobre lo que es un ambiente agradable, feliz y templado para crecer”. Para estos extremófilos, Laguna Caliente no sólo es habitable; es un paraíso.
El ecosistema extremo de Poás tiene un inmenso interés científico porque sus condiciones reflejan las que se cree que existieron en Marte hace miles de millones de años, durante un período en el que el Planeta Rojo pudo haber albergado agua líquida y potencialmente vida.
Las investigaciones han demostrado sorprendentes similitudes entre la comunidad microbiana de Poás, caracterizada por una baja biodiversidad pero una alta resiliencia, y lo que los científicos anticipan que podría haber evolucionado en posibles ecosistemas marcianos. Esta conexión es particularmente evidente cuando se compara Laguna Caliente con Home Plate, una región de Marte estudiada por el rover Spirit de la NASA en 2009.
Esta meseta, de aproximadamente 90 metros (300 pies) de ancho, probablemente contenía un sistema hidrotermal ácido notablemente similar al que se encuentra dentro de Poás.
El estudio del Volcán Poás brinda una oportunidad única para comprender cómo la vida podría haberse adaptado y persistido en las duras condiciones que se cree que alguna vez existieron en Marte, ofreciendo información invaluable sobre el potencial de la vida extraterrestre.































