Radicales libres: ¿amigos o enemigos? La sorprendente verdad sobre las moléculas reactivas

4

Durante años, los radicales libres han sido considerados villanos en la historia de la salud humana, relacionados con el envejecimiento, el cáncer y enfermedades debilitantes como el Alzheimer. Pero la realidad es mucho más compleja. El cuerpo constantemente produce estas moléculas inestables como parte natural de procesos esenciales, desde respirar hasta combatir infecciones. Entonces, ¿son realmente dañinos o desempeñan un papel oculto para mantenernos con vida?

La doble vida de las especies reactivas de oxígeno (ROS)

Los radicales libres, científicamente conocidos como especies reactivas de oxígeno (ROS), son moléculas con un electrón desapareado que buscan agresivamente la estabilidad robándole uno de las células cercanas. Esto puede dañar el ADN, las proteínas y las membranas celulares, desencadenando una reacción en cadena destructiva. Como explica el biólogo mitocondrial Michael Murphy de la Universidad de Cambridge: “Si un radical arranca un electrón, deja atrás un electrón desapareado, que seguirá reaccionando”.

Sin embargo, esta misma potencia los convierte en herramientas invaluables para el sistema inmunológico. El cuerpo utiliza ROS para eliminar patógenos y defenderse de las enfermedades. Además, las especies de un solo electrón como el óxido nítrico (NO) actúan como moléculas de señalización cruciales, permitiendo la comunicación entre las células. Algunas enzimas incluso requieren química de radicales libres para funcionar eficazmente, facilitando reacciones biológicas complejas que de otro modo serían imposibles.

El motor mitocondrial y la fuga radical

Alrededor del 90% de los radicales libres se originan en las mitocondrias (las centrales eléctricas de nuestras células) durante la respiración. Este proceso descompone la glucosa y el oxígeno para liberar energía, pero un pequeño porcentaje de electrones se “fuga” durante el proceso, formando radicales superóxido. Estos luego se convierten en peróxido de hidrógeno, que puede causar más daño en presencia de hierro, creando radicales hidroxilo aún más reactivos.

Esto no es un mal funcionamiento; Es una parte inherente de la función celular. El cuerpo ha desarrollado defensas: los antioxidantes como las vitaminas C y E neutralizan los radicales, las enzimas dedicadas los convierten en formas más seguras y el sistema de glutatión actúa como una esponja de sacrificio, absorbiéndolos antes de que puedan causar daño.

Cuando los consejos de equilibrio: estrés ambiental y hormesis

Los problemas surgen cuando factores ambientales como la exposición a los rayos UV o el consumo excesivo de alcohol superan estas defensas. La radiación ultravioleta, por ejemplo, puede excitar moléculas que transfieren energía al oxígeno, creando formas altamente reactivas que atacan las grasas y otros compuestos biológicos. Más allá de cierto umbral, esta sobrecarga provoca daños en los tejidos y aumenta el riesgo de enfermedades como el cáncer.

Pero investigaciones recientes sugieren que la exposición controlada a los radicales libres puede ser realmente beneficiosa: un fenómeno conocido como hormesis. Esto significa que niveles bajos de estrés pueden desencadenar una respuesta adaptativa, fortaleciendo las defensas del cuerpo contra daños futuros. El investigador de longevidad Michael Ristow, de la Universidad Charité de Medicina de Berlín, señala: “La respuesta a la exposición a los radicales libres a nivel sistémico suele ser una mayor capacidad de respuesta contra los radicales libres”.

La paradoja del ejercicio: por qué los antioxidantes pueden obstaculizar el rendimiento

Este efecto hormético es sorprendentemente evidente en el ejercicio. Los estudios demuestran que tomar antioxidantes antes o durante la actividad física puede reducir sus beneficios para la salud. La resistencia, la recuperación, el crecimiento muscular y la sensibilidad a la insulina se ven afectados negativamente. Los mecanismos exactos todavía se debaten, pero parece que los radicales libres desempeñan un papel crucial a la hora de desencadenar la respuesta adaptativa al ejercicio.

La conclusión: un mal necesario

Los radicales libres no son inherentemente buenos ni malos. Su impacto depende enteramente del contexto y la concentración. Son esenciales para la vida, impulsando procesos biológicos fundamentales y fortaleciendo las defensas del organismo. Pero si no se controlan, pueden causar daños importantes. La evolución no los eliminó porque fueran demasiado valiosos para descartarlos. La clave es el equilibrio: permitir que el cuerpo aproveche su poder sin sucumbir a su potencial destructivo.