Un cóctel químico que puede pensar: el nuevo sistema enzimático aprende de su entorno

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Durante años, la capacidad de adaptarse a condiciones cambiantes se ha considerado un sello distintivo de las formas de vida complejas. Ahora, los científicos han diseñado un sistema que imita esta adaptabilidad en un tubo de ensayo, borrando la línea entre la biología y la informática.

Imagine una bulliciosa fábrica de productos químicos donde diferentes moléculas compiten constantemente por los recursos. Básicamente, así es como investigadores de instituciones de los Países Bajos y Australia construyeron una “computadora” para la toma de decisiones desde cero. Construyeron una red de enzimas llamadas proteasas, cada una de las cuales competía con otras por el acceso a péptidos especiales. Estas interacciones no fueron preprogramadas; en cambio, el sistema se autoorganiza en función de las señales entrantes, de forma muy parecida a como una célula biológica reacciona a su entorno.

Este cóctel químico puede hacer más que simplemente reaccionar: aprende. Los investigadores lo demostraron mostrando que su sistema detecta con precisión los cambios de temperatura dentro de un rango de 25°C a 55°C con una precisión impresionante (alrededor de 1,3°C).

Imitando la complejidad de la vida

Los seres vivos son maestros en recopilar y procesar información del medio ambiente, ya sea detectando nutrientes, detectando cambios de luz o sintiendo fluctuaciones de temperatura. Esta notable hazaña no se logra mediante magia; Intrincadas redes de moléculas se comunican y reaccionan constantemente dentro de las células.

Los científicos llevan mucho tiempo fascinados por estos “motivos de red”: patrones repetidos que se encuentran en las redes químicas naturales. Han utilizado estos motivos como planos para construir sistemas artificiales que imitan algunos aspectos del procesamiento de información biológica. Pero replicar toda la complejidad de los organismos vivos ha sido difícil de alcanzar hasta ahora.

Interacciones recursivas: la clave de la adaptabilidad

El gran avance radica en incorporar algo llamado “interacciones recursivas”, donde el resultado de una reacción se convierte en parte del insumo, creando un ciclo de cambio y adaptación continuos. Piense en ello como un mensaje que se envía de un lado a otro, y que cada vez evoluciona ligeramente en función del intercambio anterior. Este intrincado mecanismo de retroalimentación permite una amplia gama de resultados a partir de puntos de partida relativamente simples.

Los investigadores lograron esto en su nuevo sistema construyendo una red compleja de siete enzimas y siete péptidos. Estos péptidos compiten constantemente por el acceso a las enzimas, siendo cortados y reensamblados en varias combinaciones. El resultado es un panorama químico dinámico y en constante cambio donde la mezcla de moléculas cambia dramáticamente dependiendo de las condiciones iniciales como la temperatura o la concentración de péptidos.

De las moléculas a las decisiones

Esta sopa molecular en constante cambio se analiza en tiempo real utilizando un espectrómetro de masas, una herramienta que puede identificar moléculas individuales dentro de una mezcla compleja. Estos datos se alimentan de un algoritmo simple que decodifica estos patrones y los traduce en resultados significativos, como lecturas de temperatura, reconocimiento de pulsos de luz o incluso detección del paso del tiempo.

Esta “computadora química” podría allanar el camino para biosensores más inteligentes capaces de responder a señales ambientales específicas en tiempo real. Imagine sensores capaces de detectar cambios sutiles en los niveles de pH dentro de un cuerpo, ayudando a diagnosticar enfermedades antes, o materiales que cambian de color según las fluctuaciones de temperatura, proporcionando retroalimentación intuitiva en hogares inteligentes.

Aunque aún se encuentra en sus primeras etapas, esta investigación demuestra el potencial de diseñar sistemas complejos que aprendan y se adapten de su entorno, una hazaña notable que desdibuja las líneas entre la inteligencia artificial y el propio ingenio de la naturaleza.